El propósito funcional del branding está en identificar una promesa diferencial acerca de los valores de una marca, y comunicarla coherente y consistentemente a los consumidores. Los partidos políticos han fallado en la transmisión de esa promesa de marca, consiguiendo la pérdida total de la confianza de los ciudadanos. Esta es la razón por la que la política debe aprender del branding.
Como cualquier marca que ha llegado a su ciclo final de vida, los partidos políticos necesitan una regeneración si quieren sobrevivir. Estos se articulan hoy como un conjunto de miembros que comparten el más estricto sentido de pertenencia y la negación de cualquiera que no comparta la misma opinión. Un enfoque totalmente contrario a tener al ciudadano en el centro de sus estrategias.
Pero construir una marca es algo que lleva su tiempo y una cuidada estrategia. A diferencia de otras marcas que buscan la confianza continua del público, las marcas políticas parecen estar centradas solo en conseguir la confianza cada cuatro años, cuando las urnas se convierten en el mejor indicador de las ventas y la confianza.
Ante la ausencia de una promesa clara, respaldando únicamente sus mensajes por ideologías generalistas, los partidos se empeñan en los discursos del miedo y en la desacreditación del contrario. Pero ¿Qué pasaría en el mundo exterior si Pepsi se limitara en contarnos lo malos que son los ingredientes de Coca-Cola para nuestro organismo? Está claro que los mensajes negativos no consiguen adeptos fuera de sus líneas.
Los políticos deberían aprender que no deben comunicar solo para quien les vota, sino sobre todo para aquellos que no los votan, igual que cualquier marca que trata de entrar en el hogar de nuevos consumidores. Aunque pasemos de partidos a políticos o de marcas a productos de marca, es necesario construir una conexión emocional entre el producto y el cliente. Y eso es algo que no se conforma solo durante una campaña.
Afortunadamente, la población no es tonta y escoge aquellas marcas con las que se siente identificada, que se han preocupado de construir un diálogo positivo. Aspecto totalmente descuidado por nuestras marcas políticas. Ya es hora de que los partidos políticos tomen buena nota de lo que significa una buena gestión de su marca y de lo que ésta puede hacer por ellos.